Los que vivimos con él le oímos repetir muchas veces aquella frase del santo Evangelio: Las zorras tienen sus cuevas, los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Decía también: «Cuando el Señor se retiró a la soledad para orar y ayunar durante cuarenta días y cuarenta noches, no mandó que le preparasen celda ni casa alguna, sino que se cobijó bajo una roca del monte». Por eso, a ejemplo suyo, nunca quiso tener celda ni casa, ni que se la hicieran. Es más, si ocurría que alguna vez decía a los hermanos: «Preparadme tal celda», no quería luego habitarla, recordando las palabras del santo Evangelio: No seáis solícitos. Próximo a la muerte, quiso que se escribiera en su testamento que todas las celdas y casas de los hermanos deberían construirse solamente con barro y maderas, para guardar mejor la pobreza y humildad.
(LP 57)
V/ En alabanza de Cristo y su siervo Francisco.
R/ Amén.